5 ago 2010

LAS DUEÑAS DE UN CORAZON

(Cuento)

En un conocido barrio al sur de la capital; barrio conocido como “La barriada alegre”, vivió una familia de escasos recursos económicos.
Isidoro; el jefe de la familia; era un agente de la Guardia Nacional, que debido a su compromiso, únicamente asistía cada quince días al lado de su esposa de nombre; Elena Saldaña.
Como sabemos; en todo lugar existen algunos varones inescrupulosos: que se aprovechan de situaciones como la este matrimonio; y mas aún; de la ingenuidad de algunas jóvenes esposas.
Este era el caso de José Santos Jiménez, un vecino que desde hacía algún tiempo, valiéndose de la ausencia del esposo, frecuentaba a Elenita, que por su inexperiencia había caído en las garras de la maldad y el engaño de Chepe (como era conocido aquel sujeto).
“La barriada alegre” celebraba cada diecinueve de marzo las fiestas en honor a San José; patrono del lugar, y estas, en esa semana estaban en su apogeo. Casi en todas las casas, por las noches celebraban humildes pero atractivos momentos bailables.
Como a las seis de la tarde; en la víspera de la celebración religiosa; llegó José a casa de Elenita; como muy a menudo lo hacía; para invitarla al baile de carnaval que esa noche era celebrado en el atrio de la iglesia.

Pero oigamos como José Santos cantando relata los acontecimientos:


LAS DUEÑAS DE UN CORAZON

Era un domingo del mes de marzo.
El sol se había ocultado ya.
…En una puerta frente a la calle
Una muchacha sonriendo está.

Un mozalbete también sonriente
Que de improviso se le acercó;
Acariciándole una mejilla
A una fiesta la invitó.

Y ella contesta ─ no José Santos
Vete tú solo que yo no iré.
Hoy esta noche viene mi esposo
Por tanto – Chepe – hoy no podré.

Pero Elenita, si tú me quieres
Como otras veces, hazlo por mí
Cuando él se duerma vengo a llevarte
Como a las once vendré por ti.

No José Santos. Y ya no insistas
Habrá otras fiestas, cuando él no esté
Vete tu solo te lo repito
Que acompañarte hoy no podré.

¡Pues si no vienes, elije ahorita!
¡O tu marido…o solo yo!
Y José Santos sacó enojado
Una pistola y le disparó.

Así Elenita: con un lamento
En su agonía lo contempló
Con ambas manos contra su pecho
Junto a la puerta se desplomó.

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Hoy José Santos vive el recuerdo
Tras de las rejas de su prisión
…Que cinco balas de su pistola
Fueron las dueñas de un corazón.

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